Cuadernos del Sur, breve presentación

 

Por: Eduardo Lucita

Luego de Malvinas el retiro de la dictadura era cuestión de tiempo. Por aquellos años iniciales de la década de los ’80 del siglo pasado, comenzamos a intercambiar ideas epistolarmente, a través de viajeros que llevaban y traían correspondencia, con compañeros del exterior: Adolfo Gilly, Guillermo Almeyra, Alberto J. Plá, por ese entonces residentes en México, Italia y Venezuela, y algunos locales como Carlos A. Brocatto, Carlos Suárez, Roque Pedace y quien esto escribe. Discutíamos la posibilidad de aprovechar el momento para editar una revista teórico-política. Finalmente en enero de 1985 vio la luz el primer número de Cuadernos del Sur, que salió regularmente durante dos décadas. El último fue el número 38/39 en septiembre de 2005, a lo que hay que agregar la edición de seis Fichas Temáticas.

No fue fácil instalarla. Argentina era una sociedad arrasada en el plano de las ideas, más para las ideas de izquierda. Para peor, la mayoría de quienes regresaban del exilio o lo hacían con las mismas ideas con las que se habían ido o bien totalmente adaptados al curso socialdemócrata imperante en esos años. Hubo que construir al lector. Temas como los nuevos contenidos de la crisis mundial, la reestructuración capitalista y la desestructuración del movimientos obrero; las nuevas tecnologías y la flexibilidad laboral; los problemas del Estado y el régimen democrático, la democracia al interior de las organizaciones obreras y socialistas, entre tantos otros temas, poblaron los diversos números, a la par que ayudamos a difundir autores como Perry Anderson, Ernest Mandel, John Holloway, Joachim Hirsch, Eltmar Alvater, Asa Cristina Laurell, Daniel Bensaïd, Michael Löwy, Benjamín Coriat, Boris Kagarlitsky, Enzo Traverso, Florestán Fernández, entre muchos otros nombres de relieve internacional, que junto con las plumas arriba mencionadas, que formaban parte del Comité Editor, conformaron un colectivo muy potente para la época.

Desde el inicio Cuadernos fue una revista con pretensiones pero artesanal, más aún cuando a partir del tercer número me hice cargo de la misma. El criterio asumido fue que era una publicación militante que debía hacerse con esfuerzo militante, que debía venderse y cobrarse como garantía de continuidad y de que era efectivamente leída. Nunca se aceptó publicidad paga, solo canje con otras publicaciones afines, y nunca quisimos organizar una editorial que nos introdujera en el mundo del negocio editorial. Y así fue a lo largo de sus dos décadas de existencia.

Hoy algo más de veinte años después del último número, toda la colección de Cuadernos y sus Fichas Temáticas está digitalizado y con acceso libre, merced a la iniciativa y el esfuerzo personal de Evelin Heidel.

A todos los que de una u otra manera colaboraron en aquellos años un agradecimiento tardío, pero agradecimiento al fin. A los jóvenes y no tan jóvenes que deseen internarse en sus páginas hoy digitalizadas, buena y productiva lectura.

Hasta siempre.
Buenos Aires, julio 2017

 

Cuadernos del Sur: 20 años de una revista militante, ahora en digital

 

Por: Evelin Heidel

El año pasado conocí a Eduardo Lucita. Este verano, mientras volvíamos de dar una charla en una quinta perdida por Luján, me regaló su libro «Al final de los días», un cuaderno autobiográfico donde cuenta algunas de sus experiencias como militante de izquierda y trabajador ferroviario. Allí me enteré de la existencia de la Cuadernos del Sur. Esa misma noche le mandé un mail y le dije: «che, Eduardo, ¿por qué no la digitalizamos?». Hemos tenido varios almuerzos para traficar estos Cuadernos y llevarlos al digital, y hoy por fin, después de seis meses, el proyecto ve la luz.

Digitalizar es un trabajo que a veces puede ser bastante monótono (salvo que uno tenga la mala costumbre, como yo, de detenerse a leer el contenido digitalizado). Pero en líneas generales, es parecido a picar piedras: salvo que uno se imagine que está construyendo la Catedral de Burgos (y perdón por el ejemplo tan poco secular), la tarea puede sumergirnos en el más triste de los tedios. En el caso particular de la Cuadernos, lo que fue evidente para mí desde el principio es que tenía entre mis manos una de esas raras joyas que valen la pena digitalizar porque de algún modo resumen un «clima de época» muy especial, porque se encuentran en los márgenes de toda historia oficial y porque contribuyen, desde ese lugar a veces marginal, a persistir en las ideas y a resistir políticamente hasta que vengan tiempos más favorables. De algo de esto habla Lucita en sus palabras preliminares al proyecto, y haciendo una mirada retrospectiva número a número, uno puede ver esa timidez inicial hasta que empiezan a sumarse plumas cada vez más pesadas que le dan un vuelo a la revista que pocas experiencias militantes y de las otras pueden mostrar.

Sostener veinte años una revista de izquierda marxista, post-dictadura, hiperinflación alfonsinista, pleno menemismo, crisis del 2001, no implica solamente una resistencia ideológica, también implica resistir a los avatares económicos, a veces mucho más fuertes que cualquier convicción. Y sin embargo, la revista se mantuvo hasta que en el 2005, en un último respiro, se publicó al final del número doble 38-39 una carta que, en pocas palabras, preguntaba «¿cuál es nuestro sentido ahora?». Esta pregunta iba acompañada de una tirada de ejemplares decreciente en los últimos números y de un cupón de suscripción que buscaba fidelizar un público probablemente cada vez más disperso. Los lectores, los formatos de lectura y el clima político habían cambiado tanto que la revista debía replantearse su proyecto o perecer.

¿Cuál es el sentido, entonces, de digitalizar ahora esta revista? En principio, esta revista trasciende en muchos sentidos el ser una mera publicación militante anclada en la coyuntura. Si alguien me pidiera un resumen del neoliberalismo en América Latina, me alcanzaría con remitirlos al artículo de Carlos Vilas publicado en el número 18 de esta revista. En tiempos donde el debate sobre «el futuro del trabajo» vuelve a estar en boga, en parte por la automatización y robotización de los procesos productivos, el número 20 de la revista vuelve al frente, lo mismo que los movimientos por las seis horas de trabajo reseñados en el último número (38-39). La reestructuración capitalista, los procesos de reforma del estado, la crisis de la socialdemocracia europea, el libre comercio desde la perspectiva de los tratados internacionales, son todos temas que esta revista analizó y que tienen una importancia crucial en los desarrollos políticos contemporáneos. En una buena medida, esta revista sigue siendo actual y muchos de sus debates siguen aún vigentes. Envejecer con semejante gallardía no es poca cosa.

Pero, también, hay un gesto en esta revista que es digno de rescatarse: es el gesto de sobreponerse al avasallamiento ideológico que significó la dictadura -y en el caso particular del Comité Editorial de esta revista, la dictadura también implicó la pérdida humana de compañeros y compañeras. La pretendida muerte de las ideas iba acompañada de muertes muy reales, dolorosas y tangibles. Y cuando los tiempos habían dictaminado que la izquierda era una ideología política demodé, quienes encararon este proyecto supieron responder mostrando la vigencia de estas ideas y su convicción en ellas. A caballo entre publicación militante y académica, entre resistencia y utopía, Cuadernos del Sur se construyó y se mantuvo para dar origen a un análisis político renovado de problemas dinámicos y complejos.

Por supuesto, esa clase de gestos siempre conllevan cierto grado de coraje, pero también son hijos de una necesidad: la de formar a las nuevas generaciones de militantes. Cuadernos del Sur, aunque no fuera ese su proyecto explícito, fue una revista de formación ideológica, que buscó trascender el análisis de coyuntura y ofrecer una reflexión global y general sobre los problemas contemporáneos sin convertirse en un reducto de la discusión académica. Es un desafío editorial, pero también es un desafío lector: implica construir un público capaz de sentarse más de dos minutos a digerir estas reflexiones, con suficiente valentía como para constituirse como lectores críticos.

Digitalizar esta revista también es construir un puente entre aquellas experiencias militantes y las experiencias militantes actuales, entre los viejos marxistas y las nuevas marxistas. Este es el puente generacional que de algún modo hemos cruzado juntos con Lucita para digitalizar estas páginas, con la convicción de que la formación ideológica sigue siendo una necesidad urgente, tal como lo era en aquellas épocas post-dictatoriales, menemistas y después. La solidez teórica es imprescindible para cualquier proyecto transformador, especialmente en América Latina, donde las élites dominantes han sido siempre cultoras de la ignorancia y se han vanagloriado de su brutalidad. Frente a esa ignorancia fascista, hay que animarse a cruzar el puente, dejando de lado incluso las demandas de atención constantes de toda la parafernalia tecnológica actual. Hay que animarse a sumergirse en la lectura para encontrar el gesto de valor de esta revista.

Ese es el gesto que queremos recuperar junto a la digitalización de sus páginas, con la esperanza de que animen a otros a sobreponerse al clima derrotista de los tiempos y volver a mostrar, una vez más, por qué la revolución sigue siendo un sueño eterno.

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